lunes, 7 de mayo de 2012

Historias del perfecto Caos: Ciudad Ramera


“Bajo el cielo azul; ratas van y ratas vienen ante los ojos de Dios”

La gran ciudad; esta, una gran selva de concreto. Con sus avenidas y calles, con sus parques, sus semáforos, sus autos, y su smog, con el sonido tan desagradable del claxon de los buses y el incansable ir y venir de sus grises sombras en el diario sobrevivir. Esta ciudad ramera; esta ciudad... ¡ciudad de mierda!.

El efecto adormecedor y retardante del aroma se me esta acabando; maldita sea, necesito mi mona, la necesito ¡ya!. Pero no, no tengo mucha sustancia así que debo guardarla lo más que pueda, además, debo por lo menos conseguir 50 pesos, debo explotar a estas flores y chicles algo de ese sucio dinero para evitar los golpes de mamá. La verdad no se como puedo caminar derecho, ¿será acaso qué tantas veces me han reventado la pierna a golpes que mis huesos ahora se han vuelto callos?

Y eso hace que ya ni duela... La gente pasa, y vuelve a pasar. Me viran sus ojos, me evitan... Al parecer soy parte del paisaje, parte de la cotidianidad, y están acostumbrados a ver y a vivir de mi presencia; así como yo vivo de su caridad, tan acostumbrados que me he vuelto invisible. Me llenan el alma de chicles, Me venden más flores, las mismas que no son más que desperdicios para hacerme sentir y demostrarme que mi vida no vale nada. Y yo veo que al cerrarme sus ventanas en sus lujosos autos no solo dejan de verme como si no estuviera ahí, también me matan, también me llenan de odio. ¡Maldita sea! Tengo hambre, mucha... el efecto del cemento de contacto que inhale al despertar se esfuma y yo caigo en cuenta que no he comido bien jamás en mi vida, claro como podría comer bien si jamás he comido como ellos 3 comidas al día, yo a duras penas 3, pero a la semana... y fue hace 2 días que me pude servir un pequeño plato de comida gracias a la caridad de la anciana del edificio de enfrente de la avenida donde realizo mis varios oficios... Esa dulce viejecita, esa mujer que odio, como todo, como a todos, porque solo lo hacen por sentirse útiles, las pocas veces que lo hacen; pero a la larga ¿a quién de verdad le importo? A alguien le vale que mi estomago este destruido ya que desde hace años que huelo cemento y ahora me duele cada vez que no estoy drogado, ahora, llega un punto del día en que me recuesto en la acera, sobrio, pero pareciendo drogado, emborrachado en los dolores, me acuesto en la acera a que la gente me mire con asco y temor por mi sucia cara y mis ropas manchadas, porque me ven haciendo muecas de dolor al escupir sangre.


El calor es insoportable, el hambre y el dolor también. Pero debo tratar de conseguir esos 50 pesos, debo vender chicles, rosas, llaveros, limpiar parabrisas, aguantar insultos, malos tratos y miradas. Sino mamá me golpeara hoy noche ya que no tendremos para un poco de comida, para mi cemento, ya que entonces me tocara salir por las noches a beber gasolina y soplar fuego para sacar algo de dinero, o tal vez tendré que tomar el cuchillo que encontré el otro día en las alcantarillas buscando comida entre la basura y tendré que apuñalar a alguien y quitarle todas sus cosas de valor; incluyendo su vida, para así poder yo sobrevivir.

Todos me miran, sin embargo nadie me ve... todos son indiferentes y los pocos que compran lo hacen sin importarles quien soy. ¿Quién soy...? Ni yo mismo lo se, he olvidado mi nombre, y solo estoy lleno de frustración, a veces alguien se acerca de la nada y me da un plato de comida, o unas vagas monedas que les sobraron, la mayoría son indiferentes como si estuvieran viendo a un animal en medio del bosque, algunos sin embargo me sonríen, y muy raras veces hay quien habla conmigo, es solo en esas veces que me siento como un ser humano y quisiera irme con ellos, a algún lugar mejor, despertar cada mañana en una cama, no cómoda, no fina, pero una cama al fin, y no con los gritos del cura al expulsarme a mi y a la banda de “drogadictos” como nos llama a mi y a mi familia que dormimos en el portal de la iglesia a ver si Dios se apiada de nosotros. Bañarme en una ducha de agua caliente en vez de en el agua de la pileta, desayunar un pan y un vaso de leche, en vez de una inhalada de mi mona, jugar con una pelota, en vez de con una bola de plástico y basura pegada con cinta adhesiva, estudiar, saber leer y escribir, en vez de tener que vender chicles y rosas en medio de los autos, de las avenidas de esta ciudad, en medio de la indiferencia, en vez de tener que venderme a mi y a mi pobreza, en vez de prostituirme, y comprarme un pedazo de nada, un prostituto pedazo de nada. Porque en esta ciudad todos somos rameras, todos nos vendemos y nos compramos.



Sin embargo soy dueño del mundo, soy dueño del desorden y de mi propio escape, y no pasare de los 14 años quizás, más ya que importa. El día por fin acaba, y mañana será otro día más; otro maldito día mas en que luchare en esta guerra sin tregua por un plato de comida, el estomago me ruge y tengo el sabor de la gasolina en mi boca, hoy toco hacer horas extra, al parecer me queme un poco pero eso ya no importa; tengo cosas más importantes de que preocuparme que de mi salud. Hoy no logre vender lo suficiente, hoy no llevo 50 pesos, y seguramente mamá estará histérica, después de un caluroso día en el que ella debe haber pasado sentada pidiendo caridad mientras nosotros trabajamos. Así que estará muy enojada, seguramente me romperá algún brazo o pierna; mejor, así puedo subirme a los buses con mi hermanita a pedir caridad para mi familia. Ya no importa, de verdad nada importa, porque yo, y miles mas somos solo sombras y fantasmas y a nadie le importamos.



Mi mona esta casi vacía, ¡hijos de puta!, los malditos de la otra esquina debieron haberme robado mi cemento y no les puedo reclamar, ellos han matado y han salido de prisión, ellos asaltan y roban, a todo el mundo sin distinción, tal vez algún día pueda unírmeles y tener algo de comer, mientras tanto me callo e inhalo lo ultimo que me queda de droga. ¡Ah! Que deliciosa sensación, sentir como entra en mi y me pasa el hambre, el frío y el dolor, como me olvido de todo al sentir que mis músculos están dormidos y ya nada me afecta, la realidad deja de ser tan cruel, la realidad en realidad desaparece y el tiempo pasa más lento, veo las ratas correr por las aceras y empiezo a caminar, descalzo por el pavimento de la gran ciudad, poco a poco se me unen otras ratas como yo en la travesía y ya no importa si al llegar al portal de la iglesia mi madre me espera con su paliza, solo me escapo en la silueta de un auto pasando a toda velocidad, esa luz, esa línea de luz que deja, siento como si fuera ella, y me escapo...


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3 comentarios:

  1. es increhible poder percatarse de la cruda y fria realidad, que, nos persigue dia con dia ..

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  2. Me gusta mucho lo que haces, lo que escribes y como piensas.
    Porque no intercambiamos, primero me escribes algo, con esa esencia tan peculiar que tienes y después vemos que puedo escribirte yo. ***

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